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Bueno, es viernes y ya la primera semana de curso parece estar casi superada y ya sabéis que si escribo en esta categoría, casi siempre es que acabo de volver de algún viaje.

Pues «acabo» no sé, si ya volvimos hace casi tres semanas, pero creo que tengo que apuntar algo por aquí. República Dominicana en agosto: dos adultos, una niña de tres años y otra de dos. Vuelo directo desde Madrid de unas 8 horas con 6 horas de diferencia horaria.

¿Se puede? Se puede.

Pero: Punta Cana, donde nos alojábamos, no es lo mejor en agosto, cierto. Se perfectamente que en agosto el Centro América es arriesgado, siempre lo he sabido, pero que quieres que te diga, me gusta el riesgo y después de todo, estuve en Puerto Rico hace unos años (wait, what? Hace 10 años, sí) en agosto, y el tiempo fue espectacular y el mar estaba estupendo (recuerdo ahora que escribí una entrada sobre Puerto Rico aquí y todo).

Este año había pasado un huracán (Gracias, Erin) y el sargazo no dió mucha tregua a las playas de Punta Cana. Es decir, mi sueño de estar tirada en arena blanca entre palmeras (jaja sí, claro, ¿con las niñas? Bueno, uno sueña…) y dar largos por aguas cristalinas dentro del propio hotel, durante 10 días seguidos, se quedó en un sueño.

Pero: el hotel (el Barceló de Playa Bávaro, el de niños, claro, que al adults only no puedes entrar ni para pedir un vaso de agua…) estaba muy bien y había muchas piscinas con toboganes y atracciones para las niñas, barra libre de comida y bebida, y el tiempo no ha estado del todo mal. Por mucho que pagues en un resorts de n. estrellas, si hay algas, hay algas. Es algo democrático, sabes.

En fin, las niñas lo han disfrutado muchísimo y agradezco que ya casi me puedo tumbar a tomar el sol si el agua no es profunda y si sé que no se van a perder. Se suele decir «disfruta cuando sean bebés que luego lo vas a echar de menos», pero la verdad es que lo disfruto igual, si puedo descansar – un poco – en vacaciones.

Y ahora el dato: es curioso porque vuelvo a leer la entrada que os decía de Puerto Rico y hace 10 años me empeñaba en que «ya no me gusta inventarme los pasos e improvisar. Me costó tanto definir mi personalidad como para destruirla por un viaje a Puerto Rico«. Pues sí, a la Ginevra de hace 10 años le diría hoy que muchas veces hay que improvisar. Sobre todo cuando las cosas no salen como las has planeado y – spoiler – la mayoría de las veces salen muy bien. Y no pierdes tu personalidad por hacerlo. Si el mar no está bien en el hotel de Punta Cana, reservas una excursión y te vas a Bayahibe, y de allí, a la Isla Saona:

No está mal, ¿eh?

He podido subirme a una palmera a hacerme fotos de influencers (que están en mi IG, como no), he podido nadar en aguas cristalinas (aunque no los 10 días seguidos que soñaba) y tumbarme (más o menos) en una playa de arena blanquísima.

También es curioso porque en esa entrada decía que en 10 años no me vería en otro sitio que trabajando como consultora SEO y con tiempo y dinero para viajar. Tampoco ha ido tan mal, eh.

¿Y con las niñas que tal? Pues mira, primer viaje en cuatro de más de tres horas superado cum laude. Han dormido, han jugado y no han «molestado» demasiado. Ahora sí, les cuesta como y más que a los adultos, hacerse con el cambio de hora, pero nada que no se supere en un día o dos.

¿Qué me ha impactado? Una niña (unos 5 años creo) que le preguntó a mi hija (2 años) que por qué no llevaba la «parte de arriba» del bañador. Nos salió espontáneo decir «es muy pequeña» y ella nos contestó «es que aquí hay mucho varón». En fin, me callo, mejor.

Las palmeras, las amo. Pasaba el día fotografiándolas. Y los cocos, que juego dan y como podemos divertirnos simplemente jugando a quien los tira más lejos (había pequeñitos también).

¿Me he estresado / agobiado? Siempre, pero en un lugar hermoso.

¿Si tenía ganas de volver? Sí. Se echa de menos la casa y la rutina.

¿Ha merecido la pena? Sin duda. Viajar, siempre la merece.

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