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Hola,

Sí, ha pasado tiempo, pero como suele ocurrir tras un viaje que te cambia en tu forma de ser y que te hace pensar, pues aquí estoy, recogiendo mis ideas después de haber cruzado el charco hacia Latinoamérica.

Aprendí que ya no soy la chica que se apunta a todo que era hace unos años, hay cosas que me gustaría se hiciesen a mi manera siempre y si estás al otro lado del mundo con personas que no piensan igual que tu, y que a menudo no hablan tu idioma, resulta un poco frustrante.

Aprendí (una vez más) que no quiero rodearme de gente que se queja. Si te encuentras en salud y tienes la nevera llena, pues no tienes ni idea de lo que hay en el mundo como para quejarte de tu dolor de cabeza.

Aprendí que todos podemos ser felices, si lo queremos y buscamos esa felicidad debajo de los muebles y en todos los cajones pequeños y grandes de la casa, y si estamos dispuestos a cambiar algunas de las variables en juego.

Aprendí que no me importa un carajo el dinero, no quiero vivir en una casa enorme con piscina y con hijos que vistan de marca, sólo quiero estar bien durante otros 30 años, rodearme de seres queridos y ver el mundo. Si en alguna de mis entrevistas me lo pregunten (estoy esperando con la respuesta preparada), sé dónde quiero estar dentro de 10 años: trabajando como Consultor SEO, con muchos amigos, y pudiendo permitirme un mes al año para viajar, y el resto no me importa.

Aprendí que encontrar a personas que te abren sus puertas sin esperarse nada a cambio y sabiendo que no podrás devolverle el favor al 100% en un corto plazo de tiempo, me hace esperar en un mundo mejor.

Aprendí que no me gusta que se abran puertas cerradas y si tienes que entrar, hay que pedir permiso antes, ya, pensaba que era algo universalmente compartido pero no.

Aprendí que en Italia tenemos unas playas preciosas y un mar excelente, pero hay que conocer el Caribe antes de compararlo con Sicilia o Cerdeña, al igual que un caribeño debería tener la suerte de viajar a Sicilia o Cerdeña antes de compararlo con su tierra.

Aprendí (una vez más) que no se habla de lo que no se conoce.

Aprendí que no, no voy a bailar música que no me gusta, de pequeña lo hacía, ya no me gusta inventarme los pasos e improvisar. Me costó tanto definir mi personalidad como para destruirla por un viaje a Puerto Rico.

Aprendí que la lluvia, por muy fuerte que sea y por mucho que te pille en barco de vuelta de la playa, siempre es pasajera y siempre es necesaria.

Aprendí que parte de mi felicidad es comer italiano de vez en cuando, y hablar de historia y de arte con italianos, y que no me valen las copias baratas de los italianos.

Pero creo que lo más importante que aprendí, es que a veces hay que dejar ir las convicciones, y que igual inventarse los pasos a veces es necesario para crecer, porque el riesgo es perderse las sombras.

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